El programa Profundidad de campo, destinado a la producción, muestra y estudio de la práctica audiovisual contemporánea, inaugura una nueva muestra con el trabajo de la artista y cineasta Laida Lertxundi (Bilbao, 1981). Con gran trayectoria internacional pero tímidamente presentada en los circuitos españoles, las películas de Lertxundi combinan el rigor conceptual con el placer sensorial, para sugerir exploraciones seductoras y auto-reflexivas de los entornos en los que trabaja. En sus obras, recurre a la película de 16mm, el uso de la fotografía, la música e imágenes en movimiento generadas por el azar.
Afincada en Estados Unidos, su trabajo evidencia la imposibilidad de capturar la inmovilidad de los paisajes de California, un lugar icónico para la industria del cine y escenario principal de sus obras. Desde sus inicios, estos espacios naturales se convirtieron en protagonistas esenciales de las tramas y en receptores de la vida emocionalmente intensa que en ellos recrea.
El interés por su modo de filmar radica en el deseo de explorar y deconstruir varios pares aparentemente contradictorios: documentación versus ficción, acción versus contemplación y forma versus función. En cada plano, la emoción desborda la forma. Cada sucesión de imágenes se ve motivada por la sensualidad que comunica y la relación afectiva con lo representado. Todo ello siempre bajo la subjetividad de una praxis marcadamente feminista. La artista genera así cartografías emocionales que envuelven a las obras en un aura de misterio, sofisticación y un profundo sentimiento de idealismo.
En sus películas, Lertxundi decide trabajar siempre con actores no profesionales y recurre a amigos o a personas que acaba de conocer que no suelen dominar el idioma que interpretan. De ellos le interesa captar la mayor expresividad de sus cuerpos inexpertos y una gestualidad más descontrolada en el momento de actuar.
Sus cortometrajes desobedecen cualquier norma de coherencia narrativa. Son historias que, como viñetas, hacen referencia a un evento al que no se vuelve. Para ella, lo importante es el propio proceso fílmico y la capacidad del sonido —en concreto, de la música— para alterar la experiencia artística y condicionar la interpretación de las imágenes en la narrativa cinematográfica. Entorno a esta capacidad transformadora de la música se articulan las tres obras que se presentan en esta exposición.